De tradiciones: Las Candelas
Antonio Barrantes Lozano
Cuando estas páginas vean la luz y estén en manos de sus lectores, posiblemente la Virgen de la Aurora haya salido de su ermita o esté próxima su peregrinación. Es algo que comenzó hace 18 años cuando los responsables de la cofradía, muy animosos tras la inauguración de su hermoso santuario el 17 de abril de 2004 por el ya recordado Arzobispo de Mérida- Badajoz, Reverendo D. Antonio Montero tomaron esta decisión. Carecía Villanueva de una ermita, como excepción a los pueblos de su entorno. D. Benito, La Haba, Magacela, La Coronada, Campanario… un lugar donde celebrar su romería, especialmente la del Lunes de Pascuas, tradicional día de campo, de hornazos y chuletas empanadas, costumbre esta en Villanueva que no creo que de sus inicios haya nadie que sepa situarlos en el tiempo; es lo que pasa con las tradiciones, que se trasmiten de padres a hijos indefinidamente, perdiéndose sus orígenes en los límites de la memoria viva.
En este contexto la traída de la Virgen de la Aurora, nuestra “Carrerita”, es difícil encajarla entre las tradiciones al uso. Alguien dijo en su día desautorizando la idea, “en Villanueva no hay tradición”, otros apostamos lo contrario basándose que todas las tradiciones tienen un principio y luego será la perspectiva del tiempo quien marcará su carácter tradicional.
Mirado así, es una costumbre adolescente que busca su mayoría de edad, pero no es casualidad que la traída se haga el último domingo del mes de Enero. Con ello lo que se pretendía era activar una antigua práctica que por causas que se nos escapan languidecía irremediablemente, y en otro tiempo no muy lejano fue muy celebrada: La fiesta de “Las Candelas”. Recuerdo muy vagamente, que bien temprano, el 2 de febrero, salía una procesión alrededor de la Iglesia, los fieles acompañaban a la imagen de María con velas encendidas. Para un pueblo tan dependiente del campo como es Villanueva, era premonitorio de abundancia que las velas no se apagasen durante la procesión.
Desde el punto de vista cristiano lo que en realidad se celebra es la fiesta que conmemora la Presentación de Jesús y la Purificación de María en el templo, como nos recuerda S. Lucas 2,22: “Y cuando se les cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, le subieron a Jerusalén para presentarle al Señor”. Celebración presente en la liturgia de la Iglesia desde el siglo IV.
No está muy claro desde cuando la ceremonia cristiana incorpora antorchas y candelas, posiblemente, sin llegar a negar cierta trascendencia pagana, estén asociadas a las palabras que el mismo evangelista 2,32-, pone en boca del viejo Simeón: “luz para revelación de los gentiles y gloria de tu pueblo de Israel”.
Si seguimos indagando en estas y otras fiestas cristianas sus raíces no están lejos de otras instauradas en los pueblos paganos. Tenemos que pensar en las sociedades con las que tuvieron que luchar para sobrevivir los primeros cristianos y la difícil convivencia con pueblos de creencias, fiestas y costumbres paganas arraigadas en aquellas sociedades durante siglos.
Hasta principios del siglo IV, cuando el Emperador Constantino con el Edicto de Milán, año de 313, proclamó “a todos los súbditos del Imperio, incluidos expresamente los cristianos, se les autoriza a seguir libremente la religión que mejor les pareciera” no fue muy aceptado el cristianismo dentro de la sociedad romana; años más tarde con el Edicto de Tesalónica, año de 391, el emperador Teodosio proclamó al cristianismo como religión oficial.
Fue a partir de entonces cuando los ritos paganos son absorbidos o adaptados a la liturgia cristiana. A mediados del mes de febrero, entre los días 13 a 15, los romanos celebraban las fiestas de las Lupercalias, fiestas en honor a Luperco, fauno que protegía a hombres y animales del lobo que acabaron derivando en un modo de talismán que libraba de la infertilidad. En una procesión precedida de antorchas, los jóvenes provistos con tiras de piel de perros y cabras azotaban especialmente a las mujeres que consentían por suponer el castigo una garantía de fecundidad y abundancia. Esta fiesta pagana estaba llena de abusos, sortilegios y excesos. Así que cuando la religión cristiana fue dominante, el Papa Gelasio I, 494-496, la prohíbe y la reemplaza por la fiesta de la Purificación.
Años más tarde se determina el 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús, la fiesta de la Presentación pasa a ser el 2 de febrero, a los cuarenta días de la Natividad y ahora algunos asocian las lupercalias a la fiesta de S. Valentín.
La decisión de fijar el día del nacimiento de Jesús el 25 de diciembre, fecha tan trascendente dentro del mundo cristiano, no queda muy descaminado el situarla entre las costumbres paganas.
Muy celebradas eran por la sociedad romana las saturnalias, fiestas a Saturno dios de la agricultura, que conmemoraba el final de la temporada de cultivo. Desde el 17 al 23 de diciembre, la fiesta era la protagonista de los encuentros sociales; se realizaban banquetes, se intercambiaban regalos y se encendían velas. Las fiestas terminaban honrando a :Dies Natalis Solis Invicti, celebrada el 25 de diciembre, día del solsticio de invierno, momento a partir del cual los días son más largos que las noches.
No resultaba nada complicado adaptar la fecha de nacimiento de Jesús a la inercia festiva pagana. La luz del Sol Invicto sería la luz divina que ilumina el mundo tras el nacimiento de Cristo.
Fueron los papas, durante el siglo IV, Julio I y Liberio, los que decretan, para incorporar la popularidad de las fiestas paganas entre amplios sectores de la población a la posición cristiana, el nacimiento de Jesucristo el 25 de diciembre, fecha que concreta y universaliza el monje-astrólogo Dionisio el Exiguo en tiempos del papa Juan I, corría ya el siglo VI.
Corresponde que sea fijado el día de la Purificación de María el 2 de febrero, en principio una fiesta mariana en honor a lo que de ella se dice en los romances:
“Caminando al templo va / al cumplir cuarenta días / de haber nacido Jesús / La purísima María.
No viene a lavar sus manchas / la sin mancha concebida / viene a cumplir con la Ley / que Dios puso a las paridas”
No son otras las razones que motivaron a los villanovenses para dar comienzo una nueva tradición. Con la traída de “La Carrerita” a la Iglesia de la Asunción, se aviva la antigua de “las Candelas” que languidecía en la memoria de cada vez menos villanovenses. Aunque hoy el modo y la forma sean distintos, la procesión, a hombros de sus cofrades, se hace dentro de la Iglesia, la imagen es acompañada de fieles que escoltan con sus velas encendidas acompañando a los niños nacidos en el año que aguardan su momento para pasar por el manto de la Virgen como ofrenda de salutación.
Esta iniciativa ya comentada, que surgió a partir de 2005 en el seno de la Hermandad de Ntra Sra de la Aurora, es la causa que esta tradición sea rescatada y vigorizada entre los creyentes de una Villanueva muy mariana y aunque la Iglesia, a partir de 1963, consagrase como fiesta cristológica y no mariana esta del 2 de febrero, al priorizar la liturgia de la Presentación de Jesús en el templo en detrimento de la Purificación, ambos hechos evangélicos coincidentes, los devotos de aquí siguen teniendo como razón principal, en “Las Candelas”, a su Virgen.